Aunque a veces, al imaginarla,
uno tenga la sensación de que el tiempo se detiene en el atardecer de una isla
tropical, lo cierto es que, incluso en ellas, el tiempo sigue su avance y
entreteje la calidez de los amaneceres con una sucesión de reflejos tostados sobre el mar en calma y
lunas llenas… Bajo ellas se abrazaron Zarpas y Marinela y con la primera luz
del alba llegaron los cachorros, pequeños retazos de sangre pirata y piel de
seda que han sembrado de castillos y alborozo las orillas de la playa...
Hijos de la misma noche y de la
misma pasión, acunados por la misma luna pero versos de un poema rimando
distinta rima…
A Steve le gusta sentarse a la sombra de las palmeras y ver la goleta
de Zarpas cuando despliega las velas… embarcarse ya es otra historia. Le gustan
los libros y los cuentos de papel, las cuentas y soñar que vuela con los pies
sobre la arena. Su padre ya da por cierto que nunca se embarcará y su madre lo
celebra. Será el que administre con tino la fortuna familiar y como Robert
Louis Stevenson y “La Isla del Tesoro”, la historia nos traerá un día los
cuentos que escriba Steve, el cachorro de piel clara de Zarpas y Marinela, para
orgullo de un pirata que pasó su juventud cepillando una cubierta…
Trasto es el fiel retrato de la estampa de su padre, el más vivo y
más pirata de todos los que nacerán; ruidoso,
simpático, incansable y juguetón. Desde que fue capaz de sostenerse sobre sus
patas ha recorrido la cubierta de la mano de su padre y trepado una y mil veces
los palos del galeón. Ya reconoce las velas y hace nudos marineros, ya mira a
la mar de frente y ha jurado una promesa… "Un día, de amanecida -muy serio dijo
a su padre- mi barco se hará a la mar y a todo lo que den las velas pondré
rumbo hacia las aguas donde vive el tiburón; una a una cortaré de cuajo sus
seis aletas y con sus dientes haremos un collar para mamá. Ningún tiburón
descarga en mi padre su mordida y nada para contarlo más tiempo que el que me
cueste crecer para ir a buscarlo."
Pero ese no fue el primer día
que mi pirata Zarpas tembló, antes hubo
otra mañana… Siempre pensó que los
cachorros serían de Marinela, bien sabido es que un pirata no acuna nunca un
bebé; por eso, cuando intuyó que se acercaba el momento, se marchó solo a la playa aunque no pudo
pescar, le faltaron las agallas para sentarse a esperar y ya corría aterrado de
vuelta hacia la cabaña, cuando escuchó el desgarrado grito de su dulce amor…
Dios del mar, dame coraje!!!
…Apenas dejó el cobijo que le
brindaba su madre, la recogieron los brazos de pirata de su padre y el primer
soplo de vida le trajo el sabor a sal de la lágrima de Zarpas que cayó sobre su
boca. Y esa lágrima salada del instante en que nació, lo mismo que a una sirena,
ligó por siempre su vida al dulce rumor del mar y a la sombra de su padre. Él
la llamó Marinela… ella lo mira y le
dice que quiere ser cantinera… y por la playa felices pasean siempre los dos,
ella tomando su mano, él pidiendo al mar que haga a su osita costurera… Y la ha
colmado de joyas de su cofre conquistado y al mirarla ve a su madre porque esa
osita pequeña es, desde la oreja al rabo, el fiel retrato de aquella que lo
tiene enamorado.
A Oliver no le tientan los huesos, ni calaveras… a Oliver lo seducen
las luces de la ciudad… y los salones de baile y las risas del teatro, y
escuchar cuando anochece los acordes de un violín… Es apuesto y refinado,
atento y muy educado y a decir de Marinela, tiene los mismos modos que su tío
Baltasar, un oso de alto copete que llegó a ser taquillero en el Teatro
Real…
Cuatro crías de un pirata y una
osita cantinera, dieciséis patitas dejando su estela sobre la mar… :)
:)
Mi agradecimiento especial esta vez a Lourdes (Siberia en el foro "Tus Miniaturas"), a Pili (Pilimini), a May (Anisnofla) y cómo no, a Vic, Mav y Azucena, por ayudarme a ambientar estas fotos y a sentir a esos pequeñajos como algo real y entrañable :).